El piso se encontraba en su estado original. No se había reformado desde su construcción, en 1968.
La cocina daba a un pequeño patio interior, poca iluminación para el uso que había.
Los baños, alicatados en rosa, estaban bastante deteriorados, pero el azulejo tenía algo especial...
El baño grande...esa combinación de suelo con paredes rosas...¡cuidado que si lo miráis más de 5 segundos dicen que te suben las dioptrías!
La idea fue unir dos habitaciones (salón y comedor) en uno solo, y redistribuir los baños de modo que la cocina pudiese integrarse en este nuevo espacio.
Parte de la estructura es metálica. Se saneó y se le dio un protagonismo mostaza que da un nuevo carácter a la vivienda.
Toda la fachada es una gran cristalera que permite que entre la luz natural durante todo el día.
Algunos detalles como la lámpara sobre la mesa del comedor son también amarillos como las vigas, dando una cohesión al conjunto de la vivienda.
Una vista más del salón
La cocina, unida al salón, es mucho más luminosa y funcional que antes.
El suelo de toda la casa es en espiga, dando una textura cálida a la vivienda.
El primer baño se hizo reutilizando piezas de azulejo del baño original. Recuperábamos también de este modo la esencia sesentera y permitíamos que hubiese una continuidad temporal.
Los baños cuentan con distintos tipos de iluminación, para generar distintos efectos.
La habitación principal se ubica donde estaba la cocina original. Tiene baño privado.
Otra vista de la habitación
El baño privado mantiene la composición con azulejo de mismas dimensiones que en el otro, pero en este caso con un diseño más moderno.
Vista del plato de ducha.
Espejo retroiluminado y gran mueble de lavabo de dos senos.
Vista más cercana del mueble.