Como vimos en el post anterior, las arquitecturas de las antiguas civilizaciones vinculaban indivisiblemente a los dioses con el universo. Es mucho más tarde (cuando la ciencia lo permitió) que aquellos con mente inquieta comenzaran a hacerse preguntas y a observar al firmamento con ganas de estudiarlo, de aprender de él, y de describir los movimientos de los cuerpos celestes. Hay una serie/documental que la verdad, es espectacular y recomendamos encarecidamente, que se llama Cosmos, la cual nos cuenta que fue Giordano Bruno uno de los primeros en desafiar al orden establecido al plantear nuevas ideas gracias a sus observaciones.
Pero en este post no vamos a hablar de los estudios de Cellarius, Copérnico ni Galileo, sino de algo que sucedió tiempo después.
(imagen del libro Harmonia Macrocosmica de Andreas Cellarius, publicado en 1660 su primera edición)
Muy lejos de Europa (en espacio y tiempo), concretamente en Jaipur, India, sobre el 1730, había un maharajá de cuyo nombre no “puedo” acordarme, que por suerte para nosotros, era un apasionado de la astronomía. Tal era su interés por conocer todo aquello que sucedía “allí arriba” que hizo construir todo un taller de astronomía al aire libre, conocido como Jantar Mantar (Dispositivo Mágico).
Este impactante observatorio servía (y sirve) para calcular el tiempo, predecir eclipses, situar estrellas y constelaciones en el cielo, y calcular distancias entre cuerpos (y más cosas). Cada elemento arquitectónico es una herramienta fija que enfoca o se dirige a una parte de la bóveda celeste.
Aquí tenéis unas imágenes donde se ve un poco la magnitud del recinto:
Este gigante taller de astronomía, es un evidente ejemplo de cómo la arquitectura queda al servicio de un fin; en este caso estudiar los cuerpos celestes. La geometría, la orientación, los materiales, las técnicas constructivas…conocimiento al servicio del conocimiento.
Vamos ahora a ver un poco algunos de los 19 elementos que componen este parque astronómico:
El gran reloj solar Samrat Yantra (Instrumento Supremo) es la pieza más grande del conjunto. Mide 27 metros de alto. Su sombra se mueve 1 milímetro por segundo, y su pequeña cúpula superior, se usa como plataforma para anunciar eclipses y monzones. Es espectacular. (¡ríete tú del reloj solar de la UA!) Aquí tenéis algunas imágenes:
(de lejos veo que soy bastante fotogénico)
Otro de los elementos son estos 12 pedestales, llamados Rasivalaya, cada uno vinculado a un signo zodiacal. Sirven para calcular las coordenadas de cada objeto celeste, y no pueden usarse todos a la vez: conforme una constelación alcanza el meridiano, es momento de cambiar de pedestal para continuar con el estudio. Aquí unas fotos:
(a la izquierda, una modelo obstaculiza la completa visión del elemento, a la derecha, el símbolo de aries)
Quizá los elementos que más nos gustaron, fueron estas dos semiesferas que conformaban la bóveda celeste, todo grabado en mármol.
Podéis ver en las fotos los detalles de la precisión con la que estudiaban el cosmos. La verdad que en momentos así a uno le gustaría saber más de cómo funcionan estos instrumentos, pero la audioguía que llevábamos (la que te dan en la entrada) no era muy completa, y por la web se hace difícil encontrar información que no esté en Hindi, pero hemos encontrado esta entrada en la que se hace referencia a la UNESCO, ya que es patrimonio de la humanidad, y hasta explica todo esto casi mejor que nosotros.
Nos despedimos de este capítulo de «arquitectura de las estrellas» con algunas fotos más que hicimos. Un abrazo y ¡esperamos que haya habido suerte con los Reyes Magos!