Como comentábamos en el primer post de “La arquitectura de las estrellas”, es la búsqueda de respuestas y acercamiento al universo, la que en su momento generó las arquitecturas de las antiguas civilizaciones (zigurats, pirámides, etc), o no tan antiguas, como vimos en el post dedicado al Jantar Mantar en Jaipur (India).
Y es esa búsqueda de respuestas lo que ha llevado al hombre a desarrollar uno de los proyectos más apasionantes y ambiciosos que un arquitecto podría realizar: los cosmódromos.
Los cosmódromos son “mini ciudades” al servicio de la exploración del espacio exterior. Son las bases donde están las lanzaderas y el equipo técnico y militar que el programa espacial conlleva.
A continuación, unas pocas imágenes del cosmódromo de Baikonur, en Rusia. El más antiguo y más grande del mundo:
Es cierto que el programa y la creatividad, en un proyecto de estas características, queda muy limitado, ya que son arquitecturas, como habéis visto, “muy de ingeniero”, que ojo, personalmente nos fascinan, pero sí que es cierto que abre el debate de si este tipo de proyectos puede ser llamado arquitectura. ¿Es una estructura arquitectura? Nuestro punto de vista al respecto, es que todo aquello que hace el «hombre» y modifica el paisaje, es arquitectura. El paisaje urbano, así como el paisaje territorial, son diferentes escalas de una intervención humana en un lugar determinado. Es la belleza de la composición del paisaje, de su significado (en este caso la exploración de lo desconocido) y de su poesía, lo que nos fascina a tantos. Aquí abajo tenéis una fotografía de un artista llamado Vincent Fournier, donde espero que captéis lo que queremos decir. ¿Hay en esta imagen arquitectura?
Y dándole vueltas a cómo reinventar un cosmódromo (en pequeña escala), y de cómo vincularlo con una práctica de la astronomía por parte de cualquier persona, se comenzó a gestar el proyecto de “La Ciudad de las Estrellas”. Imaginad un espacio donde el hombre, la naturaleza y el conocimiento, fuesen el motor para el disfrute de la astronomía.
Investigando sobre este tema, encontramos a la Asociación Universitaria Astronómica “Astroingeo”, curiosamente aquí en Alicante.
De la mano de Enrique Aparicio, descubrimos “su” ciudad de las estrellas. Justo lo que nosotros pensábamos y comenzábamos a esbozar, ya tenía un ideario, y una localización: la sierra de Salinas (Alicante). Fue entonces cuando el proyecto tomó forma y se desarrolló.
Intentando ser breves, el proyecto se centra en Salinas, debido a que es la zona de la provincia que menos contaminación lumínica tiene, haciendo posible una de las vistas más limpias de la bóveda celeste. Es en este entorno, donde se desarrolla un programa de talleres astronómicos, de aeromodelismo, rutas de senderismo en bici, a caballo, y de observación astronómica, que va aumentando de complejidad a medida que ascendemos hasta la cima de la sierra, donde encontramos el observatorio principal, en el cual experimentaríamos las sensaciones de explorar el espacio exterior combinando las herramientas, tecnologías y datos de los que disponemos a día de hoy. Aquí abajo podéis ver un breve resumen del proyecto, que mezcla presente, pasado y futuro.
Sin soñar, no se construye nada nuevo.
Imaginad pues, un espacio al aire libre, con multitud de talleres y experiencias para vivir y aprender. Un espacio para un programa que actualmente no existe en ninguna parte y que entendemos que independientemente de ser novedoso, potenciaría el turismo interior de la provincia. Ese turismo que vive bajo la sombra de su costa pero que tanto tiene que ofrecernos.
Desde Astroingeo, se ha peleado, y se sigue peleando (constancia tenemos de ello) para que este proyecto sea una realidad, pero los temas burocráticos y de la administración ya sabemos todos como son…quizá si éstos valorasen más las posibilidades de un proyecto cultural, donde la naturaleza fuese el telón de fondo y abierto para todo el mundo, no estaríamos enfrascados ahora en si el Macrocentro sí, Macrocentro no, Ikea sí, Ikea no.